Cae la noche del 24 de diciembre. Las primeras ráfagas invernales bajan de las montañas y hacen vibrar las ventanas de una vivienda, adornada como todos los años. Sobre la chimenea penden calcetines de colores. El belén en un rincón, inspira el cariño por la tradición, la familia unida y la fe. Y por supuesto, el Árbol de Navidad, magnífico con todo el espumillón y los adornos, antiguos y nuevos. La mesa, ricamente decorada con candelabros y velones, sobre un mantel con ribetes dorados, muestra los restos de la opípara cena de Nochebuena, con los platos a medio recoger.
En el salón ya no queda casi nadie, todos los comensales se han retirado a sus respectivas casas a aguardar a la mañana de Navidad y la familia al completo duerme. Todos, salvo una persona. Una jovencita, la hija mayor de la casa, está sentada en el sofá y escribe en su ordenador portátil sin parar. Tiene que acabar, es preciso, antes de que llegue la Navidad. Sin embargo, el cansancio finalmente la vence y cae rendida, profundamente dormida.
Entonces, se produce una ondulación en el aire y las velas de la mesa, que hace rato se habían apagado, se encienden repentinamente. En la chimenea tras el Árbol de Navidad, se escucha un ruido muy raro. Suena algo así como:
– Osti, ja l’he fet bona. Aquesta mena da planta da plàstic no és el Carib. Quin fàstic.
Y entonces un segundo murmullo, o más bien una cacofonía de ellos, se suma al primero.
– ¡Ah! ¡Por la mía barbiña! ¿Qué haces tú ocupando la salidiña?
– Que corriga l’aire, oi? Eh, però, qué és aixó …? Au!
– Kaixo bestias! ¡Kitaros de en medio, pero!
– Mou-te tu, Entsumapixums (1)!
– Ahí ba la hostia, joan hadi ipurtzulotik hartzera (2).
– Que me’n vagi on???
Y ruido de peleas. Y tacos varios en vasco, catalán y gallego. Entonces el Árbol de Navidad se tambalea peligrosamente, cuando la puerta de la chimenea se abre, poniendo el suelo un poco perdido de escarcha, de carbón y de castañas.

– Ay amaaa… ¡Ke sus vayáis os digo! ¡Es mi turno! – dice alguien con un vozarrón capaz de hacer retumbar cordilleras.
– No et rebotis tu, oi, carallot? Que jo sols m’he perdut de camí a les meves vacances.
– ¿Y te ha entrado una urgencia? Digo, porke como vas con los kalzones por los suelos…
– Hay que ver, los tiempus modernus, qué feiño es este árbul porquiño de plásticu… ¿Y tú no te puedes tapar las vergüenciñas?

– Jo sóc el Caganer! Sóc part vital al Betlem, jo! – declama mirando a sus pies debido a la inclinación de su espinazo.
– Kaixo!! ¡Pero, lehengusu, primo! ¡Ke no te había rekonocido! ¡Si es mi kerido Tientapanzas! – dice el del vozarrón.
– Apalpadoiro si no te importa, Olentzero, vieju. ¿Llego tarde? Siéntolu y laméntolu.
Entonces otras cosas bajan por la chimenea y aterrizan con un alarido y varios sacos, en medio del salón y de un montón de leyendas navideñas.
– ¡Cerrad la puertoa, ke entran bitxos!
– Oh my God! ¿Pero qué es estou, my friends? Ho, ho, ho, ¡cuanta gente!
– Scheisse (3)!
– Porca miseria! Levati de encima, ¡so grasso!

– Lleva’t de damunt, cagabandúrries! Cap d’ase, desvirga-gallines (4)!
– ¡Mal raio che parta, palabreiro!
– Ho, ho, ho help!
– Signore, vaya usted a palparse los piccolini così lontano!
– Perdone siñorina, es la costumbre (5). ¡Demoños, si es una meiga! ¡Lagarto, lagarto!
– ¡Kabenzotz! ¡Pero si llegan más!
Finalmente asoman las reales cabezas por la chimenea tres figuras, sin atreverse del todo a entrar y deshacer el lío de sacos, gorros, bastones, miembros enredados y una escoba voladora.

– ¿Sabéis quiénes son todos esos?
– Ni idea. A ver, hay por lo menos tres gordos…
– Al de rojo ya le conocemos…

– Sí. Pero a la bruja mafiosa, no, y al enanito con los calzoncillos bajados, tampoco. Oye, no se irá a … ¿aquí mismo?
– ¿Vosotros sabíais que en Navidad se juntase toda esta fauna?
– ¿A quiénes llamáis vosotrus fauna, carallo?
– Aixó, qué hi feu vosaltres aquí, oi?
– Nostros venimos a traer lo que nos han pedido.
– Y antes de tiempo, además. Es un pedido urgente.
– ¿El qué?
– Una tesis doctoral acabada.
– ¡Ké kasualidad! ¡También yo!
– Me too!
– Io también!
– Ich auch. Hat sie uns dasselbe gefragt?
– ¿Qué ha dicho el Nikolaus?
– Creo que: ‘Y los hamsters se llevan en frac’.
– Jo anava al Carib, peró… Ara que ho dius… – dijo el Caganer.
Entonces se vuelve, rebusca en las profundidades de su atuendo y saca de no se sabe dónde un tronco.
– ¿Un leño? ¿Te han pedido que traigas un leño?
– ¡Per favor! Aquest és el Tió de Nadal. És tot un símbol! De la llar, del foc, de la terra. Es farceix durant l’Advent, i la nit del 24 de desembre regala els últims presents del any.
Todos contemplan atónitos cómo el Caganer le arrea un par de barrazos solemnes al Tió, y cómo el leño deja caer pan seco, turrón, frutos secos, mandarinas y… una tesis doctoral.
– Oye, ¿ese tronco se acaba de ciscar?
Todos miran a la vez sus encargos y a la joven dormida, con el ordenador todavía encendido a sus pies. Se quedan todos callados un momento, y entonces el Apalpador rompe el silencio.
– ¡Bueeeno! ¿A quién le apetecen unas castañas y un poquiño de sidra?
Y la pintoresca compañía desaparece, dejando su particular rastro y un eco de risas. A la mañana siguiente, la joven estudiante mirará en su ordenador, y no va a poder creerse lo que va a encontrar en él.

(1) A usted le gusta esnifar pis señor.
(2) Me han asegurado que significa “vete a herrar ocas”.
(3) ¡Mierda!
(4) Váyase usted a freír monas un ratito, si no tiene inconveniente, pedazo de burro y… intraducible y no recomendado para mayores de 13 años.
(5) El viejo Apalpador, de oficio carbonero como su primo vasco el Olentzero (6), conseguía en los soutos la madera con la que tallaba juguetes para los niños y niñas. La noche de Navidad bajaba de las devesas y entraba a escondidas en las casas. Entonces, se acercaba a ellos y les palpaba la barriga para ver si estaban bien alimentados. Si estaban llenas decía su conjuro – «Así, así esteas todo el año» («Así, asi estés todo el año») – si no, no decía nada, pero a todos les dejaba un puñado de castañas y alguno de sus juguetes.
(6) Olentzero, Olentzaro u Olantzaro es un personaje navarro de la tradición navideña vasca. Se trata de un carbonero mitológico que trae los regalos el día de Navidad en los hogares del área geográfica y cultural denominada Euskal Herria, conformada por el País Vasco y Navarra y el País Vasco francés. Su origen está en la zona de Lesaca (Navarra).
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