El Lago y la Hoja

La Luna siempre tuvo fama de vanidosa. A la Luna le gustaba reflejarse en la superficie de un lago. Una noche estaba admirando su reflejo, cuando una hoja salió a la superficie y se quedó flotando en la superficie del lago. A la Luna esto no le gustó, pues estropeaba su reflejo. La Luna intentó deshacer la hoja con sus rayos, pero tan sólo consiguió formar un charquito de luz.

Al poco, llegó volando un hada desorientada por la polución del pueblo cercano, y se detuvo a descansar. El hada se limpió con la luz de Luna, y luego remó hasta la orilla del lago y bajo la hoja se durmió.

La mañana siguiente, llegó un joven del pueblo y recogió la hoja. Le llamó la atención el color plateado y brillante que se le había quedado por el toque de Luna y de polvo de hada. El joven se la llevó a casa y mirándola sintió la inspiración de escribir.

Escribió una sentida carta al Ayuntamiento pidiendo que limpiasen el pueblo y los alrededores del lago, y apagasen el alumbrado público. El Ayuntamiento cumplió sus deseos. El pueblo entero admiró la luz de la Luna y los millones de estrellas que se reflejaban en el lago. Tanta luz atrajo de nuevo a las hadas, que hicieron su magia sobre las cosas que crecen.

Y así, el mundo fue un poco más verde y un poco más bueno, al menos en aquel rinconcito de cuento.

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